viernes, 2 de octubre de 2015

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Las hojas de los árboles habían caído con la fíbrica idea de juntarse todas en pequeños montones. Se disponían en rectas imperfectas, casi pidiendo que saltases encima de ellas. Los árboles, que con tanta delicadeza las habían madurado, ahora estaban desnudos antes el frío de las miradas indiferentes. Las hojas no estaban tan solas. Habían encontrado pronto un amigo que las hacía pegar saltitos, dividiendo los montones y volviendo a unirlos. Sus soplidos eran breves, pero intensos. Las nubes de las que venían no parecían contentas y se arremolinaban unas contra otras. Emperifolladas hasta el extremo, con ropas de tonalidades frías que contrastaban con las cálidas hojas.
Las hojas y el viento parecían divertirse con sus juegos acompasados en aquel parque. Solo un ser capaz de unir el contraste entre lo frío y lo cálido de aquel día estaba presente. Yo. Yo conmigo mismo, perdiendo la mirada entre árboles y un columpio. Un columpio de colores espantosamente llamativos que, una vez más, contrastaban con todo lo que allí se veía. Las cadenas que sujetaban el asiento a la estructura eran metálicas y robustas. Esto impedía que el viento jugase en el columpio y se olvidase de las hojas.
Nada en especial pasaba por mi mente en aquel momento. Las imágenes de mis años de infancia me contemplaban congeladas en el tiempo. En aquel columpio conocí a mis tres mejores amigos de aquellos años. Éramos inseparables. Hoy solo tengo el número de teléfono de uno y ni siquiera le llamo. En aquel otro banco di mi primer beso. Necesitaba un beso como aquel para entrar en calor en ese momento. Ni la bufanda, ni el gorro que me había regalado mi abuela eran capaces de acabar con el juego entre el viento y las hojas.
Absorto como estaba ante el resumen de mi vida, no me di cuenta de que un niño se acercaba. Sus pómulos rosados y su gorrito con el pompón colgando fueron la chispa final que encendió mis más gélidas emociones.
-¿Por qué llora señor? Mi papá siempre me dice que llorar es de niños, no de hombres.
Entre suspiros, acerté a responder a aquella tierna criatura que me hablaba.
-Si llorar no es de hombres, prefiero ser un niño.
El chiquillo parecía extrañado. No esperaba una respuesta tan complicada para su inocente mente y, como todos los niños ante algo que no les atañe, se  dio la vuelta y se marchó por donde había venido. Con sus rechonchas piernas en un combate a muerte por mantener el equilibrio. Al poco tiempo los sollozos solo fueron suspiros, y luego manchas rojas en la cara. Había pasado toda una vida en mi mente, pero todo seguía ahí. Las hojas se afanaban por no soltarse del grupo, pero alguna siempre caía ante el ímpetu del viento; el banco de madera enmohecida hacía gala de sus robustas patas negras clavas con firmeza en la arena; el columpio seguía ahí. Invitándome a dejar atrás todo lo que nunca había soñado.
Hasta Cristo para ser puro se sometió al pecado.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Sucede


 Sucede que los amores adolescentes

Son mecheros trucados con una gran llama.

Una gran llama a la que pronto se le acaba el gas.

Y el deseo desciende

Lento,

Tranquilo,

Chispeante,

Intermitente.

Y entonces te das cuenta. Nada es lo mismo.

 

Sucede que un día dejaste de gustarme.

Nuestro puente ya no podía estirarse más.

Había resistido terremotos,

Lluvias,

Pedradas,

Y algún que otro diablo con sus cuernos.

Y entonces te das  cuenta. Nada es lo mismo.

 

Sucede que a veces los pájaros ya no quieren volar.

Un día se despiertan y ya no quieren batir las alas.

Ese día sientes los golpes como máquinas de escribir.

PIM

PIM

PIM      

Y entonces te das cuenta. Nada es lo mismo.

 

Sucede que yo tuve el valor de hacerlo.

De decirte lo que sentía,

Que ya no  quería verte.

Y tu mirada se congeló expectante

Como si  esperaras que fuera una broma

De muy mal gusto.

Y entonces te das cuenta. Nada es lo mismo.

 

Sucede que ninguno de los dos era costurero.

Y tardamos tiempo en coser

Nuestros corazones

Rotos.

Pero con el tiempo tú conociste a otro

Y yo por fin me había conocido en otra persona.

Y entonces te das cuenta. Nada es lo mismo.

 

Por fin me doy cuenta. Nada es lo mismo.

viernes, 14 de agosto de 2015

Mi resumen sobre el viaje por Cuba

En general el viaje por la isla se me ha hecho muy corto. Me lo he pasado muy bien y sobretodo he aprendido mucho. Ha sido una buena mezcla de descanso y aventura tratando de averiguar cómo comeríamos ese día.
 
Lo cierto es que no diría que Cuba es un buen destino turístico. Realmente no tiene nada que no tengan otros sitios de los alrededores con añadidos. Por ejemplo para pagar un vuelo de esa distancia, creo que sería mejor ir a Perú que a Cuba. Ahora bien, en Cuba se encuentran cosas inmateriales que no podrías ver en ningún lugar del mundo.
 
Lo mejor que tiene Cuba es su gente. De verdad creo que no encontré a nadie que actuara con malicia. Es increíble cómo la gente puede ser tan sencilla y agradable. Además hay otro valor añadido que le da interés a la isla, el sistema político. Esta rareza -si se le puede llamar así- que es el socialismo cubano en un mundo capitalista, es una verdadera joya. Es una lástima que los diamantes pierdan brillo con el tiempo y que muchos traten de robarlos por envidia.
 
El viaje en sí no es muy caro si eres capaz de aproximarte aunque sea un poco al cubano de a pie. Un viaje de 19 días como el mío se puede hacer por 1.500€ con vuelo incluido. Incluso con algunas noches en un todo incluido y viajando con un coche privado como fue el caso. Pero estoy seguro de que todavía se podría hacer más barato comiendo desde el primer día en sitios sin lujos, aunque eso se debería pensar si realmente merece la pena.
 
Repetiría el viaje sin dudarlo, pero esta vez lo haría sin detenerme en los sitios turísticos. Disfrutando simplemente de la compañía de la gente sentado bebiendo un mojito. Así es como se disfruta Cuba, sin prisas y sin ser un verdadero turista.

miércoles, 12 de agosto de 2015

Penaltis

Ya estoy casi en el minuto 20 del partido
Y no he marcado goles,
Ni he hecho faltas,
Ni me las han hecho,                                                           apenas
Ninguna grada ha coreado mi nombre
Tampoco he regateado,
Ni he conseguido pasarte la bola.
 
 
 
 
No consigo soltar tu balón
Y yo siempre fallo los penaltis.

viernes, 7 de agosto de 2015

Día 19, las historias felices duran poco y tienen final.

Escribo esto desde el avión de vuelta de París a Madrid. En la mañana cubana vimos alguna cosa sin importancia que habíamos olvidado. También nos metimos en internet (no hay novedades serias) y fuimos a darle una camiseta a la mujer que nos había invitado a los batidos. Era lo menos que podíamos hacer, aunque al parecer sí que buscaba interés, porque además de darnos la tarjeta de visita de una casa para hospedarse, nos preguntó si teníamos puros para vendernos.
 
Volviendo a casa nos encontramos con un chico con el que habíamos hablado hace dos días, que estaba trabajando en la construcción. Nos pidió un favor que a nosotros no nos costaba nada y a él le haría muy feliz. Nos pidió que le mandásemos un SMS a una amiga suya que se encontraba en España y con la que no podía comunicarse. Solo quería decirle que se encontraba bien y que esperaba verla pronto. Por supuesto que lo haremos.
 
En la casa descansamos un poco y bajamos a comer unas pizzas grasientas y deliciosas. Después de alimentarnos, volvimos a la casa a ducharnos. Nos despedimos de los caseros y fuimos al aeropuerto. En la misma casa habían gestionado la recogida y el traslado. Lamentablemente el coche no era un americano de los años 50, pero era un coche soviético de los años 80 que no merece ningún desprecio. Estuvimos hablando con el conductor, que nos contó cosas como que él estaba ahorrando para comprarse un coche de hace más de 100 años. Me parece increíble que esos coches todavía funcionen. Por ejemplo su coche llevaba un motor de 2012 y así, cambiándoles las piezas, les alargaban la vida.
 
Una vez en el aeropuerto, como había que matar el tiempo ya que habíamos llegado con tiempo de adelanto, hicimos cuentas para ver si todo estaba bien. Por fortuna hemos controlado bien los gastos y todo está apuntado sin errores.
 
El viaje en avión no fue tan agradable como podría haber sido, porque unas chicas españolas que iban sentadas delante no hacían nada más que reclinar sus asientos hasta estar casi tumbadas. Nos estaban molestando y se lo hacíamos saber, pero no cedían a pesar de todo. Ni siquiera en las comidas. Volví a ver otra vez Good bye Lenin!. Sentado a mi lado iba un hombre checo ya mayor. Como las bebidas en el vuelo estaban incluidas, él lo aprovechó bebiendo incontables cervezas. Al final acabó contándome la historia de la cerveza checa y su relación con Cuba mientras que su mujer, sentada detrás se avergonzaba de su comportamiento. La verdad es que no estaba haciendo nada malo.
 
Para el vuelo de París a Madrid no hemos tenido que esperar demasiado, porque llegamos con retraso del vuelo de La Habana. Se tuvo que desviar bastante debido a los huracanes.

martes, 4 de agosto de 2015

Nunca fuimos ángeles


Callar y otorgar,

siempre lo mismo.

Por voluntad o azar

estás acabando conmigo.

Cortas mis alas,

truncas mi destino.

La marea es cada vez más fuerte

y yo me encuentro cada vez más perdido.

Las convulsiones ya son constantes,

Igual que Damien Rice en vinilo,

Que la puerta cerrada de mi habitación

O canciones de Suite Soprano en disco.

Era algo impensable,

No hubo forma de predecirlo,

Pero aquí estamos en distintos andenes

Mirándonos con los ojos vacíos

Tratando de leernos la mente.

Quizás debamos admitirlo,

quizás nunca fuimos ángeles.

viernes, 31 de julio de 2015

Día 18, la Revolución se siente más con el sol caribeño


Hoy nos hemos dedicado a ver el Vedado. El monumento más importante del día era la Plaza de la Revolución, donde cada 26 de julio se celebra el desfile. Fue el primer sitio que visitamos. En la misma plaza estuvimos hablando con un hombre que trabajaba allí al lado sobre el callejón de Hamel y de sus bebidas típicas, que son demasiado caras para nuestros bolsillos como de costumbre.
 
En dos edificios de la imponente plaza están las caras de Guevara y de Cienfuegos mirando hacia un alto rascacielos de corte soviético, el cual preside el lugar. En los mismos alrededores de la plaza está la universidad de La Habana, por la que estuvimos deambulando un buen rato acompañados parte del camino por un simpático estudiante de sociología. Antes de mediodía el calor empezaba a golpear fuerte y apenas había brisa que mitigase los efectos del sol.
 
Caminamos hasta el cementerio de Colón e hicimos algunas fotos a los mausoleos más cercanos a la verja que rodea el lugar. Estuvimos allí un rato porque había una sombra y presentíamos que sería la última en un par de horas. Efectivamente así fue. Paseamos por el que parecía ser el barrio más rico de la ciudad (muchísimo más que el mío en España, con coches de lujo incluidos) hasta llegar al malecón habanero. Por él emprendimos el camino de vuelta hacia la zona de la casa durante aproximadamente 4 kilómetros acompañados por el sol. Por lo menos corría el aire típico del mar.
 
Vistos unos cuantos rascacielos, hoteles de lujo y piscinas, llegamos a la Avenida G. G de Gracias al dios que sea porque por fin había sombras, aunque para entonces ya estábamos agotados. Incluso se nos doblaban las piernas. Cogimos esa misma avenida desde su inicio hasta su final, de vuelta en la universidad. Volvimos a rodearla y paramos a comer en un pequeño restaurante, igual que el precio e igual que la propia comida.
 
La última visita fue el ya mencionado callejón de Hamel. Si tuviera que definirlo de forma concisa, diría que es una comuna hippie de afrocubanos. Todas las paredes están pintadas con colores llamativos y en la misma calle hay sofás para sentarse. Allí estuvimos charlando con dos personas, porque una de ellas había vivido bastantes años en Madrid. En la misma puerta de la casa Miguel estuvo hablando un rato con un chico con rastas sobre música. Prometió llamarle más tarde en caso de que saliese a tomar algo, pero no fue así, por lo que pidió usar el teléfono de la casa para avisar.
 
Ahora hemos hecho de nuevo las mochilas y nos iremos a dormir. Mañana por la mañana daremos señales de vida, porque llevamos una semana sin comunicarnos y la gente estará algo preocupada.






 

martes, 28 de julio de 2015

Visiones


Era una noche calurosa
Bajo el cielo estrellado etíope.
Sin pijama y con la frente sudorosa
Contemplaba la triste estampa
De una mosquitera blanca
Que se había olvidado de cumplir su función
A base de agujeros del tamaño de puños
Sobre un techo medio caído y húmedo.
No pude medirlo, pero tenía fiebre,
La suficiente como para delirar despierto
O por lo menos eso es lo que me hacía creer a mí mismo.
En aquella triste habitación de paredes verdes,
Suelo de cemento, y un oportuno agujero en el suelo,
Yo no me encontraba solo. Y no estoy hablando
De los mosquitos, de las cucarachas, ni de otros insectos.
Estoy hablando de que en aquella noche de julio
Del año dos mil quince, alguien más estaba en mi cama durmiendo.
Eran otros tres seres, que me miraban sin ojos,
Que me tocaban sin manos, que me oían sin orejas y yo podía verlos.
Las fiebres y el deseo han borrado la imagen de dos de aquellos seres,
Pero recuerdo al tercero: Alargado, arrugado y seco.
Tenía forma de canuto de chocolate, era una pesadilla
Al más puro estilo de David Lynch pero sin entretenimiento.
La visión no se limitó a la observación, también dialogamos.
En aquellos momentos pregunté quiénes eran ellos:
“No somos tú, somos aquél. -respondió el canuto- Somos tú en plenitud,
Somos lo que te forma y te destruye, somos tu cuerpo.
Ahora mismo como ves, no puedes moverte.
Eso es porque yo represento en ti al movimiento.”
Los sudores fríos estaban acabando conmigo,
No entendía nada pero acerté a responder quién era yo en ese momento.
“¿Tú? Tú no eres tú, eres él. No puedes moverte
Aunque puedes pensar, tú eres tu propio intelecto.”
La visión había llegado a su punto álgido,
No había pensado por qué veía tan claro siendo la noche y su velo
Dueñas y señoras del destino de los hombres.
No lo había pensado hasta que caí en ese momento.
Un agujero que emanaba la luz más brillante
Que jamás se haya podido contemplar salía del techo.
Giré, miré y me desmayé. Allí acabó todo, no recuerdo el resto.

viernes, 24 de julio de 2015

Día 17, haciendo amigos sin dinero

No recuerdo con exactitud el orden cronológico del día, por lo que relataré todo según me vaya acordando.
 
Mientras desayunábamos, en mi cabeza solo había una cosa: La caminata que nos esperaba el día de hoy. Por fortuna resultó no ser tan agotadora como esperaba. Lo primero que hicimos fue ir al barrio chino, que según la guía en papel que llevamos es  la zona "humilde" de la ciudad. A mí por el momento me parecen todos los barrios igual de "humildes" o de "ricos" según se mire. Eso sí, por muy "humilde" que fuera el barrio, en ningún momento tuvimos miedo de que nos robasen. Durante el paseo no recuerdo cuántos taxis, bici-taxis, coches americanos, coco-taxis o cualquier tipo de transporte que pueda llevar más de una persona se nos ofrecieron. Todos ellos rechazados, claro.
 
La primera parada "espectacular" fue el Capitolio. Es muy alto (3 metros más que su homónimo estadounidense) y está atestado de gente. El parque que hay enfrente está lleno de personas. En realidad el Capitolio está igual que el resto de la ciudad, en obras (desde 1950 sospecho). De ahí fuimos al malecón, donde estuvimos conversando con 4 cubanos. Primero con un taxista. Luego con un hombre cualquiera sobre historia y filosofía. He de decir que me sorprendió el alto nivel cultural de este hombre. Nos hablaba de Hobbes, Rousseau, etc como si fuesen sus amigos de toda la vida. Por último estuvimos un buen rato hablando con una pareja que nos recomendó salir por la zona de El Vedado, ya que ahí se reúnen los frikis (al parecer por llevar el pelo largo en Cuba a los chicos se les cataloga como "frikis").
 
La ruta que teníamos para hoy la estábamos haciendo mucho más rápido de lo previsto, y si no llega a ser por las charlas con esta gente, a las cuatro de la tarde habríamos estado ya en casa. En el Museo de la Revolución nos contentamos con fotografiar a los vehículos que estaban exhibidos en el jardín, porque no podíamos pagar la entrada.
 
Entre foto y foto apareció un hombre joven que se parecía a Macaulay Culkin (el de Solo en Casa) cuando se drogaba. Nos dijo que allí cerca se celebraba un festival de música folclórica cubana por si estábamos interesados en ir. Le comentamos que no teníamos dinero, pero que luego nos pasaríamos a ver el ambiente. Nos pillaba de camino y no teníamos nada mejor que hacer, así que perfecto.
 
Estuvimos otro rato paseando por las calles de La Habana, en obras por supuesto, y declinando taxis. Algunos ya ni se molestaban en parar porque nos conocían, pero saludaban de todos modos. Otros ya preguntaban "¿taxi?" con una risa en los labios por el mismo motivo.
 
Acabamos por ir al festival, acompañados de un chico que vive enfrente de nuestra casa. Allí estaba el de Solo en Casa, riéndose mientras nos miraba a los tres, porque sabía que no íbamos a invitar a nada a nadie. Estuvimos allí unos minutos escuchando música en directo, pero decidimos seguir perdiéndonos por las calles hasta que logramos llegar al Museo del Ron. Ya estaba cerrado. Da igual, porque no podríamos haber pagado la entrada. Aunque del dinero que teníamos, parte estaba reservada para comprar unas botellas de recuerdo, así que hicimos las compras pertinentes.
 
Ya con ese dinero gastado, pudimos hacer cuentas y ajustar con más fidelidad el presupuesto. Conclusión: Seguimos comiendo en la calle. La pizza de aquel día la acompañamos con un batido de guayaba al que nos invitó una mujer mayor en la calle. El batido era excelente y era muy grande, aunque muy grumoso para mi gusto. La mujer me pareció muy maja, porque nos invitó al batido sin pedir nada a cambio.
 
En la vuelta a casa nos entretuvimos hablando con 4 hombres (borrachos todos) sobre muchas cosas, entre ellas arte. Uno de ellos dijo algo como "llegó Rafael y se folló a todos, Miguel Ángel y Da Vinci incluidos. Ese hombre era un verdadero genio". Nos dijeron todo lo que habían bebido (y fumado) y de ser verdad, no sé cómo siguen vivos. Perdí la cuenta del número de botellas de ron que decían haberse jalado ese día. Me parecieron bastante simpáticos.
 
En casa, los caseros nos dijeron que habían estado hablando entre ellos y nos podían invitar a comer un día a mitad de precio. Accedimos  encantados ante la idea de volver a comer sentados en una mesa. Cenamos pizza donde ayer. Ya nos conocen y saben qué vamos a pedir antes de que lo pidamos.
 
Mañana es el último día de mucha caminata. El viaje se acaba, pero he aprendido muchas más cosas, y en menos tiempo, de las que podría haber aprendido en la escuela.

viernes, 17 de julio de 2015

Día 16, matando la sed a cañonazos

El día tuvo partes buenas y partes malas. Lo primero que hicimos fue despedirnos de la dueña de la casa de Varadero. Dijo que nos cogió algo de afecto y, la verdad, me lo creo. Con las mochilas ya en el coche nos pusimos rumbo a La Habana, en donde estaremos los próximos tres días.

El viaje en coche fue bastante ameno. Cada pocos kilómetros había policía controlando la velocidad de los coches, y entre conductores se avisaban dándose las luces largas de que había controles cerca. En La Habana conseguimos llegar a la casa que nos habían recomendado en Trinidad sin perdernos. Los dueños parecen bastante majos y son testigos de Jehová, como los de Trinidad. Lo sé por las revistas que tienen en la salita, así que muy perseguidos como dicen los periodistas españoles en general no deben estar.

Dejamos las mochilas en la casa y fuimos al hotel Habana Libre a despedirnos de nuestro compañero de viajes por la isla: el Kia Picanto con el que habíamos hecho 2.400 kilómetros en tan pocos días y que tan frescos nos había mantenido bajo el sol caribeño. Nos sentamos un rato en los magníficos sofás del Habana Libre para coger fuerzas y volver a casa. De paso aprovechamos para comprar dos ejemplares de la Constitución cubana que nos han pedido unos amigos. 

En casa estuvimos un rato preparando los puntos importantes a visitar en La Habana y decidimos el plan del día: Ir a ver las fortalezas de la bahía. Pero antes de nada había que comer así que compramos unas hamburguesas en la calle. Ahora sí que estamos sin dinero; ni euros, ni dólares, ni CUC, ni CUP. Dejamos unos momentos a las hamburguesas para que hiciesen lo que quisieran en nuestros cuerpos, bueno o malo, y nos montamos en un bus que, por cierto, estaba atestado de gente y costó 1 CUP para los dos, unos 3 céntimos de euro.

De camino a la primera fortaleza estuvimos charlando con una pareja chilena que acababa de llegar a la isla y necesitaba algunos consejos. Esta primera fortaleza era pequeña, pero muy bonita. Quizás mis impresiones sean tan positivas porque en esos momentos la sed no era el mayor de mis problemas, aunque sí lo sería a partir de ahí. La segunda fortaleza medía 600 metros de largo. Era muy muy grande (y la entrada bastante cara). Además a las 20.45 comenzaba el acto del cañonazo. Antiguamente las puertas marítimas de la ciudad se cerraban para evitar los ataques piratas. El modo de avisar a los habitantes era con un cañonazo desde esta fortaleza. Hoy, lógicamente, los piratas ya no van a Cuba en barco así que la tradición se ha quedado como reclamo turístico. Unos cuantos actores engalanados con trajes blancos y sombreros de tres puntas desfilan por toda la fortaleza hasta llegar al cañón, donde uno de ellos prende la mecha.

Estaba muy agotado. El calor era agobiante y la sed y el cansancio acumulado no ayudaban a mejorar la situación. Preguntamos a una de las taquilleras de la fortaleza, que estaba en la parada de bus, si ahí se cogía el bus que nosotros queríamos y acertamos. Lo primero que hice al volver fue subir corriendo a casa a beber todo el agua del mundo, como si se fuese a acabar. Cuando ya me había saciado bajamos a por unas pizzas que comimos mientras hablábamos con unas chicas y un chico en la calle. Además un niño vino a pedirnos un poco de pizza por gula más que otra cosa, porque le habíamos visto cenar antes. 

Yo no tenía hambre, pero Miguel me obligó a cenar todo. Quizás no tenía que haberme atiborrado de agua. Los dueños de la casa nos invitaron al desayuno del día siguiente, porque sabían nuestra situación. 

Como dije, el día tuvo cosas buenas y malas. La segunda fortaleza se me hizo muy pesada por la sed. Espero que mañana no tengamos que andar demasiado, aunque me temo que sí porque hay muchos kilómetros que recorrer.




miércoles, 15 de julio de 2015

Quién sabe


Hoy me he levantado y lo primero que he hecho
No ha sido coger el móvil y darte los buenos días.
Hoy me he levantado y lo primero que he hecho
Ha sido escribir en un papel cuánto te quería.
 
Estamos a miles de kilómetros y necesito perderme en tu cuello.
Las sudaderas que te dejo ya no tendrán una fragancia mía.
Seguro que a pesar de eso, te las sigues poniendo.
Eso te da igual. El olor se va, pero nunca se pierde el recuerdo.
 
Quiero volver a jugar al risk contigo, aunque siempre perdías
Y eso te enfadaba y me decías “te odio mucho, Diego”.
Lo más cerca que estoy de ti es una fotografía
Que llevo conmigo para recordarme por qué nunca caigo al suelo.
 
Hoy he cogido fuerzas y he visto una imagen de mí muy fría
Asomada con bastante pena en el marco del espejo.
Hoy es un día en que nada puede hacer que sonría.
Quién sabe, quizás hoy te esté echando de menos.

viernes, 10 de julio de 2015

Día 15, la comida y los libros a precios exquisitos

Nos despertamos después de haber dormido por 10 horas. Tras desayunar algo, pero siempre con mucha fruta, salimos a dar una vuelta indicados por nuestra casera. Lo primero que hicimos fue cambiar dinero en una cadeca para poder, por lo menos, comer. Yo quería algún libro porque me habían dicho que aquí eran muy baratos, pero la primera librería en la que entramos era para turistas y los precios tan abusivos como en España.

Preguntamos a la casera y nos guió hasta la biblioteca del barrio, donde sí vendían libros a buen precio. Pagamos como 10 CUC por 5 libros, algo menos de dos euros cada uno. De camino a la casa también compramos dos imanes y lo dejamos todo para salir a comer. 

Comimos sentados en la calle un plato muy cargado de carne y verduras. Era de un puesto callejero y tanto el precio como la calidad eran muy buenos. Una vez que teníamos las pilas cargadas nos dispusimos a inspeccionar las playas. No nos bañamos, simplemente queríamos otear el horizonte y ver cómo estaba el agua, la arena... y volvimos a la casa a descansar un poco porque el calor era muy agobiante.

A las seis de la tarde fuimos a la playa con la cámara acuática, aunque a mí se me olvidó el equipo de buceo. De todos modos había pocos peces que fotografiar entre tantos montones de basura. Tuvimos suerte porque justo cuando nos íbamos a ir cayó una tormenta caribeña. Nos resguardamos en el primer sitio que encontramos con techo. Los turistas no paraban de mirarnos porque nos estábamos quitando la arena de los pies con el agua dela lluvia que caía por los canalones. 

Cuando por fin la lluvia cedió, pudimos volver a la casa y gastamos el tiempo jugando con las cotorras de la casa. Son muy graciosas y muy coloridas. Estuvimos cenando con la dueña los tres sentados a la mesa charlando y nos duchamos. Antes de irnos a dormir vino un amigo de la chica con artesanía que hacía él para vendernos. Nos hacía precio especial porque estaban haciendo reformas en su tienda y supuestamente ahora no podía vender mercancía. La verdad que todo era bastante barato e incluso nos talló en madera lo que queríamos. 

La verdad que el día fue como la mayoría. Miguel sigue teniendo el mismo problema de siempre: Si sigue creyendo que es mejor que los demás, jamás avanzará en nada.








miércoles, 8 de julio de 2015

He visto cosas


He visto cosas que no creerías.

He visto cómo los peces pequeños eran devorados por el gordo.

He visto a gente durmiendo en la calle porque no tenían ni pan

He visto a los mismos de siempre robando lo de siempre y hacerse los locos.

He visto ancianos quejándose de los inmigrantes sentados en la terraza de un bar.

He visto jóvenes perdiendo el sentido en parques los sábados sin utilizar el coco.

He visto a policías pegar sin pudor a niños de 12 años hasta hacerlos sangrar.

He visto caraduras criticando a parados por no querer currar ni un poco.

He visto a homosexuales suplicar por un poco de libertad.

¿Por qué en la realidad

David nunca vence a Goliat?

viernes, 3 de julio de 2015

Día 14, el peor viaje en coche de mi vida

Habíamos puesto el despertador pronto, porque el viaje era largo. Miguel seguía durmiendo y no se quería levantar. Además no paraba de decir tonterías que me irritaban. Me enfadé y me fui yo solo a desayunar algo. Al volver a la habitación metí las cosas en el coche y conseguí que Miguel se levantase.

Estábamos muy débiles así que no pudimos desayunar gran cosa, de hecho nos llevamos una hamburguesa para el camino por si nos entraba el hambre para entonces. Tras despedirnos del canadiense nos preparamos un poco de sueroral en una botella para, por lo menos, no deshidratarnos y alimentarnos un poco y partimos hacia Varadero. Por la mañana John parecía algo arrepentido por lo de ayer aunque no quería reconocerlo y, por supuesto, no vino con nosotros a recorrer la isla. 

El camino se hizo excesivamente largo, porque ya era un gran recorrido de por sí y nuestros cuerpos no estaban para mucho ajetreo. Paramos a echar gasolina en el camino y descubrimos que solo nos quedaba con nosotros 1,40 CUC. 

En Santa Clara el mausoleo del Che acababa de cerrar justo cuando llegamos, así que tuvimos que contentarnos con verlo por fuera y ver la plaza en la que se encuentra. Tras este revés fuimos a Santa Clara a ver un poco la ciudad, el vagón que transportaba soldados del ejército de Batista que descarriló gracias a Ernesto Guevara, el hotel de la ciudad en el que todavía hay agujeros de bala de la Revolución...

Al coger la carretera nos confundimos de autovía y por no querer rectificar a tiempo hicimos casi 200 kilómetros extra. En el coche se nos hizo de noche y cayeron todos los tipos de tormentas existentes sobre nosotros: eléctrica, lluviosa, niebla... Todo esto sumado a los baches enormes que hay, el agotamiento, la falta de comida y de agua, haber dormido menos de cinco horas, más de 600 kilómetros a tu espalda, los coches, las motocicletas, las bicicletas, la gente que anda por el arcén y todos ellos sin ningún tipo de reflectante intentando esquivarlos como buenamente podíamos... Era todo horrible. Paramos en un punto de control a preguntar a los policías y por fin conseguimos encontrar el camino correcto, teníamos que ir hasta las afueras de La Habana para volver a Varadero. En un peaje que hay, y que no teníamos pensado pagar si hubiésemos ido por la dirección correcta, tuvimos que pagar 2 CUC. Entre risas y algo de lástima el trabajador nos dejó pagar la mitad en CUC y la otra mitad en CUP y por fin llegamos a nuestro destino, pero no todo estaba hecho.

Teníamos pensado ir a una casa que nos habían recomendado, pero resulta que estaba completa así que a buscar. Por suerte al lado había una casa de una chica que antes nos había guiado a la otra casa y ahí mismo nos quedamos. La dueña es muy maja y empatiza mucho con nosotros. Nos invitó al desayuno del día siguiente porque no teníamos dinero ni para pagárselo a ella ni a nadie.

En la carretera tuve bastante miedo y casi llego al límite de mis fuerzas. Casi no podía moverme del asiento, pero al final podemos descansar. En medio de la noche estaba oliendo algo bastante extraño que nunca había sentido. Pensé que era una tontería, pero Miguel también lo ha olido. No sabemos por qué si las ventanillas estaban subidas.




viernes, 26 de junio de 2015

Día 13, John nos seduce

Por la mañana Miguel no se quiso levantar, así que llegamos tarde al buffet (encima los horarios que nos dieron al hacer el check-in estaban mal, por lo que llegamos todavía más tarde). Tomamos algo en el Snack Bar y nos dispusimos a ir a la Playa del Pilar.

Solo hay una palabra para describir este paraíso de playa, preciosa. Según el custodio del parking esta playa es una de las ocho mejores playas del mundo. Por cierto, como no teníamos dinero con nosotros (y además nos estamos quedando sin él con todo lo que nos queda por delante) le explicamos nuestra situación al custodio. Él no parecía enfadado, incluso estuvimos un rato charlando. Nos dijo que entendía las dificultades económicas de la gente joven y que prefería no cobrarnos nada.

En la playa hicimos snorkel aunque no somos demasiado buenos y solo vimos una caracola. Lo cierto es que era bastante grande. Incluso intentamos levantarla un poco pero su inquilino comenzó a protestar sacando las pinzas, misión abortada. Una pareja joven de franceses se ofreció a vigilar nuestras mochilas mientras nos bañábamos porque ellos estaban en las hamacas de al lado. Cuando salimos del agua nos preguntaron si íbamos a tomar una cerveza con ellos, pero de nuevo tuvimos que negarnos. No podíamos gastar dinero.

Así que sin dinero pero bastante quemados volvimos al hotel a comer en el buffet. En la sobremesa estuvimos con nuestro amigo canadiense y fuimos con él al aquabar. Grave error. Si alguna vez os topáis con un hombre mayor y casado, pero que viaja solo a un todo incluido... alejaos insensatos. La verdad que es curioso el tema del aquabar porque te estás bañando mientras bebes. Es una idea maravillosa. 

Estuvimos bastante tiempo en el aquabar riendo, charlando y entendiéndonos cada vez menos... o más según se mire. Pero acabamos por ir a la playa del hotel, aunque fue por poco tiempo ya que oscureció. En ese rato estuvimos charlando con una chica cubana que había ido con sus amigos a la playa del hotel. Tiene una pizzería en un pueblo de al lado y es bastante simpática. 

Nos duchamos y bajamos a cenar con nuestro amigo canadiense. Después de imitar durante incontables veces el sonido de las ranas y de interpretar para nosotros el himno de Canadá y el de Estados Unidos, John nos dijo de ir al snack bar a ver el ambiente. Nos sentamos un rato en la terraza pero de ahí fuimos a la discoteca. Recuerdo poco. Solo sé que acabamos llevando a John en brazos a su habitación mientras aseguraba que mañana se iba con nosotros a recorrer Cuba y que se echó a dormir en la puerta llorando porque no queríamos dormir con él. Finalmente conseguimos que fuese solo a su cama (no queríamos entrar en su habitación por si acaso) y nosotros nos volvimos a la discoteca. No sé cómo pero acabamos con la discoteca cerrada y nosotros charlando con los empleados del hotel sobre la situación de Cuba hasta las 5 de la mañana.





lunes, 22 de junio de 2015

Éramos todo

Nos movía todo,
no nos movía nada.
nada y todo, como dos cometas
en el cielo que danzaban
alegres, una azul y la otra rosada.
Dos cometas surcando el cielo
como lunas que señalan al horizonte
y lo desafían: "hoy no caeremos,
ni por activa ni por poniente".
Dos lunas como enormes soles,
quemábamos a todo, a nada.
Soles amarillos y rojos al vencer el norte.
Dos soles como un norte, como un sur.
Éramos bravos y combativos,
lo éramos todos, aun sin ser nada.

viernes, 19 de junio de 2015

Día 12, un descanso después de tanta aventura

Como nos levantamos tarde (en realidad fue Miguel), no fuimos a la playa del Pilar. Tampoco teníamos muchas ganas, la verdad.

Bajamos y tomamos unos deliciosos sándwiches. Luego dimos un paseo por el hotel y descansamos hasta la hora de comer. En el paseo nos encontramos al canadiense de ayer y a sus extraños gestos. Tras beber algo estuvimos viendo el partido del mundial en la televisión. 

Después del partido fuimos a la playa del hotel y por fin hicimos lo que hacen todos los turistas en Cuba, bañarse. Fue un momento bastante agradable con mi hermano porque estuvimos jugando y perdiendo el tiempo juntos. 

Al volver al snack bar a por un perrito caliente vi algo que me hace odiar aún más este mundo si cabe. Un grupo de gilipollas (no tienen otro nombre) pidieron una hamburguesa que no iban a comer. La dejaron en otra mesa a propósito para divertirse viendo cómo los pájaros se peleaban por la comida. Ojalá esos mismos pájaros les arranquen los ojos algún día. Eran los típicos niños de papá que siempre van de vacaciones a un todo incluido. No les importaba el dinero, la comida, nada más que ellos mismos y su diversión.

Se nos cortó la digestión así que nos marchamos a ducharnos para bajar a cenar cambiados (sin bañador), sin ir tan emperifollados como toda la gente tan pretenciosa que hay aquí. 

Tras cenar tomamos algo en una terraza, pero nos fuimos pronto a dormir porque mañana hay que ir a la playa del Pilar sí o sí.

viernes, 12 de junio de 2015

Día 11, el todo inlcuido nos asegura comida, bebida y amigos gratis

Probablemente esté escribiendo esto bajo los efectos del alcohol.

Luego de ducharnos, desayunamos unas pizzas (siguen sin sentarnos mal). Volvimos a coger esa larga carretera por la que circulan del mismo modo bicis, coches y camiones. Lo único reseñable es que paramos a echar gasolina y cruzamos la ciudad de Ciego de Ávila entera de sur a norte.

Tras pagar el peaje (2 CUC) cruzamos el pedraplén. Es una carretera que cruza por el medio del mar y está bien. Nos perdimos un poco llegando al hotel porque había muchas rotondas. Por fin llegamos y dejamos las mochilas. Entonces fuimos al bar a comer algo porque el buffet ya estaba cerrado. Antes de volver a la habitación compramos la crema solar más barata que había (el dinero empieza a escasear) y nos tiramos en la cama. Yo me dormí un rato y al despertarme vimos una asamblea de diputados cubana retransmitida por la televisión. Son bastante más interesantes y sustanciales que las españolas.

Lo estuvimos pensando bastante, pero al final decidimos salir a ver el hotel. Está casi desierto y los mosquitos son muy agresivos. Sin embargo todo tiene su encanto. Decidimos ir al buffet porque no teníamos nada mejor que hacer. Allí había una camarera muy guapa que sonreía mucho. La comida ya escaseaba pero fue más que suficiente.

Después de la comilona fuimos a ver el final del show de animación del club de baile. Allí conocimos al que es ahora nuestro amigo. Estábamos los dos apoyados en la barandilla de afuera de la discoteca cuando un canadiense ya entrado en años se nos acercó visiblemente borracho a hablarnos. Prácticamente solo hablaba él y no paraba de hacer gestos extraños. Es un tipo peculiar, se llama John.

Este sitio me parece muy turístico. Considero que aquí la gente se desvirtúa completamente como seres humanos. Pierden (o fingen perder) la noción de qué y cómo es su vida. Tampoco entiendo a los turistas que hay aquí. La mayoría se regocijan de todo lo que conocen Cuba cuando nunca han salido de estos lugares de lujo.




miércoles, 10 de junio de 2015

Día 10, empezando a hacer cosas de cubanos

Efectivamente lo único que hay que hacer es acostumbrarse a lo que viene. Los dueños de la casa son majos y la ciudad tiene sitios bonitos. Nos quedamos dormidos a pesar de haber dormido más de nueve horas, pero aún así estábamos agotados. Sospecho que es por las pastillas que nos recetaron el otro día.

Bajamos a desayunar un plato enorme de fruta y negociamos el precio de la lavandería. Aunque en principio costaba 16 CUC, acabamos pagando 10 CUC. Acto seguido dimos un paseo, o lo intentamos porque nada más salir de la casa ya estábamos agotados. Por lo tanto el paseo fue breve, entre otras cosas por el calor que hacía.

Vimos varias iglesias por fuera y por dentro con sus colores tan llamativos. También vimos una calle llena de cines, videoclubes e incluso varios bares temáticos como el "dolce vita". Justo al acabar esa calle un chico comenzó a hablarnos sobre su hermano, que estudia en la universidad de Comillas, sobre Félix Rodríguez de la Fuente, porque se había visto todos sus programas, y sobre muchas cosas más. Extrañamente no nos pidió nada.

Pasamos por delante de la casa de N. Guillén, aunque no tenía nada destacable, solo una placa conmemorativa. Volvimos a nuestra casa para tomar unos refrescos, pero no tenían así que fuimos al mercado a comprar. Nos sentamos en la sala principal de la casa a beber mientras pensábamos cuántos souvenirs había que comprar y para quién.

Tras esto fuimos a por unas pizzas de las que tanto vemos comer a los cubanos. Cada una cuesta menos de 20 céntimos de euro. Estaban riquísimas, pero no son muy higiénicas (por ejemplo el cartón para sujetarlas es reutilizado). Mañana tomaremos otras pizzas más ya que de momento no nos han sentado mal a pesar de toda la grasa que tienen.

Luego fuimos a la habitación a leer un poco. Yo acabé el capítulo y me dormí un poco. Lo justo para estar descansado aunque no sé si podré dormir esta noche.

Sobre las seis salimos a dar un paseo a pesar de que había tormenta eléctrica y caían algunas gotas. Hacía fresco y casi no había gente, así que fue un paseo perfecto. Unos chavales estaban jugando al fútbol y nos quedamos un rato viéndolos. Al volver cenamos y arreglamos cuentas con el dueño. Mañana vamos al hotel todo incluido en Cayo Coco.

Estuve todo el día agotado hasta la siesta. La situación fue bastante cómoda.










miércoles, 3 de junio de 2015

Hoy estoy soñando


Quiero comerme el mundo,

Pero quiero empezar por tus piernas.

Despacio, aprovechando cada segundo.

Que el mundo es menos mundo si estoy a tu vera.

Soñar que rompemos muros.

Pasear solo por los colores blancos de la acera.

Ver el amanecer desde un cuarto oscuro.

Levantar los adoquines y  comprobar que debajo no había arena.


Pensar ahora cómo imaginábamos en el pasado nuestro futuro.

Que nadie me despierte, hoy estoy soñando que te tengo cerca.

viernes, 29 de mayo de 2015

Día 9, muelas de cangrejos y rusos extraños


Lo primero que hicimos al levantarnos fue ir a ver si de verdad el coche estaba pinchado. Lo estaba. Pusimos la rueda de repuesto y nos fuimos con el coche a enfrente de la casa.

Tras un desayuno con mucha fruta, escribí en el libro de visitas lo hospitalarios que habían sido con nosotros. Fuimos a la cadena de reparación de vehículos TRANSTUR, en el pueblo de al lado, para reparar el pinchazo. Nos lo cubría el seguro, así que fue gratis. Al parecer fue provocado por la muela de un cangrejo.
 
Ya en la carretera a Camagüey, paramos a echar unas fotos en Sancti Spiritus. La catedral es de un azul intenso muy bonito. Seguimos recorriendo los innumerables kilómetros que nos separaban de nuestro destino. La carretera es siempre recta y monótona por lo que Miguel se cansaba y le entraba sueño. Intenté hablarle y decir tonterías para que espabilase, y lo conseguí.

Por fin llegamos a Camagüey. Justo a la entrada de la ciudad un negro bizco en bici nos preguntó dónde íbamos. Le enseñamos la tarjeta de visita de la casa que nos recomendaron en Cienfuegos y dijo que él nos guiaba. Intentamos perderlo de vista sin éxito. Llegamos a una vivienda de dos pisos sin ninguna indicación de que allí se hospedaban turistas. Un hombre que parecía ruso nos dijo que había una reserva y ya estaba completo, así que se ofreció a llevarnos a la casa de un familiar. Yo no quise que montara en el coche pero Miguel accedió.

Nos llevó a la casa desde la que ahora escribo. Los dueños parecen gente rara pero al menos la casa es oficial y está reglamentada. Seguiré leyendo el libro (le he cogido el gusto) hasta la hora de cenar. Creo que es lo mismo de siempre: Es una ciudad desconocida donde todo es extraño y da miedo, hay que acostumbrarse.

Hoy es día 1.

Como dice Miguel, “Hay que ser positivo, en dos días llegamos al todo incluido”.

martes, 26 de mayo de 2015

Día 8, las personas también son objetivos turísticos

Nos despertamos los dos malos. Desayunamos aunque no teníamos muchas ganas. Miguel estaba especialmente malo. Nos cambiamos a una casa más pequeña porque en la casa donde dormimos había una reserva para aquella noche. Ambos son familia. Nuestros nuevos caseros son gente muy maja. 

Tras mudarnos fuimos a la clínica internacional, donde nos atendieron. Como no teníamos suficiente dinero para pagar la consulta, nos llevaron en ambulancia a la cadeca (bendita sanidad privada...). Con el dinero pagamos tanto la consulta como los medicamentos. 

Después fuimos a utilizar Internet (tuvimos que hacer cola). Me puse en contacto con mis seres queridos. Todo está bien.

Luego nos fuimos a casa porque el calor era insoportable, pero pasando por algunos sitios turísticos. Estuvimos descansando en la habitación y a las cinco de la tarde comimos algo. Desde entonces hasta ahora (la noche) hemos estado platicando con nuestros caseros. Una pareja y su hija. Son gente muy sencilla y agradable. Podría haber estado hablando con ellos por muchas más horas. Hablar con los cubanos de a pie me hace creer cada vez más en el éxito de la revolución socialista.

Finalmente dimos un paseo corto por las calles iluminadas con farolas. Hemos vuelto a la casa y ahora mismo estamos tomando un mojito muy rico. Aquí pican el hielo y no es tan fuerte como los demás. Seguiremos hablando por la noche con esta gente. Puede que la casa no sea la más bonita de la ciudad ni de Cuba, pero sus propietarios son la gente más encantadora que hemos conocido hasta ahora. 

He pasado algo de miedo por si Miguel se desmayaba, pero por suerte no pasó. Me entristecí por hablar tan poco con Andrea. En el paseo nocturno estuvo charlando sobre política con Miguel de una forma profunda, más si cabe estando en Cuba. Nos han dicho que el coche, aparcado en un garaje privado, tiene una rueda pinchada. Esperamos que solo esté desinflada.






Día 7, la naturaleza es increíble

Volvimos a desayunar en la casa. Está tan bueno todo aquí... Nos despedimos de la gente de la casa y nos preparamos para otro día en la carretera. Antes hicimos algunas fotos al patinódromo y al otro cementerio de la ciudad, que tiene un Partenón dentro.

Por la carretera estuvimos algo desorientados por la falta de señalización, pero conseguimos llegar a "El Nicho". Es un parque natural con una cascada muy grande y pozos para bañarse (nosotros no nos bañamos). Hacía mucho sol y la humedad era muy alta, así que nos agotamos rápidamente. Subimos andando hasta un mirador donde hicimos fotos y proseguimos el camino por una carretera que ni siquiera estaba asfaltada en algunos tramos. 

Estábamos bajando un puerto cuando a mi derecha pude ver lo que hasta el momento es lo más bonito que he visto en todo el viaje y casi en mi vida. Nos bajamos para contemplar aquel hermoso valle rodeado por una espesa vegetación. Pero lo mejor era aquel río de aguas cristalinas que cruzaba el valle. Esto será algo inolvidable sin duda.

Por fin, tras un arduo descenso por una carretera llena de baches, llegamos a La Boca y a Playa Ancón, donde nos sentamos a contemplar la vida. Entonces llegamos a Trinidad, una ciudad adoquinada y barroca con edificios muy singulares. La casa que nos recomendaron en Cienfuegos resulta ser magnífica. Es una casa colonial muy grande y los dueños son muy simpáticos. Nos descuentan 5 dólares de cada noche que pasemos aquí por venir recomendados. 

Acabamos de cenar. Solo destacó el sabor del mango, que me comí en doble ración porque a Miguel no le traía buenos recuerdos. Miguel encontró un pelo en su plato de pollo. Ahora dormiremos porque estamos cansados. 

Justamente hoy acabaron los carnavales en Trinidad. No tengo nada que expresar que pueda interesar.