viernes, 31 de julio de 2015

Día 18, la Revolución se siente más con el sol caribeño


Hoy nos hemos dedicado a ver el Vedado. El monumento más importante del día era la Plaza de la Revolución, donde cada 26 de julio se celebra el desfile. Fue el primer sitio que visitamos. En la misma plaza estuvimos hablando con un hombre que trabajaba allí al lado sobre el callejón de Hamel y de sus bebidas típicas, que son demasiado caras para nuestros bolsillos como de costumbre.
 
En dos edificios de la imponente plaza están las caras de Guevara y de Cienfuegos mirando hacia un alto rascacielos de corte soviético, el cual preside el lugar. En los mismos alrededores de la plaza está la universidad de La Habana, por la que estuvimos deambulando un buen rato acompañados parte del camino por un simpático estudiante de sociología. Antes de mediodía el calor empezaba a golpear fuerte y apenas había brisa que mitigase los efectos del sol.
 
Caminamos hasta el cementerio de Colón e hicimos algunas fotos a los mausoleos más cercanos a la verja que rodea el lugar. Estuvimos allí un rato porque había una sombra y presentíamos que sería la última en un par de horas. Efectivamente así fue. Paseamos por el que parecía ser el barrio más rico de la ciudad (muchísimo más que el mío en España, con coches de lujo incluidos) hasta llegar al malecón habanero. Por él emprendimos el camino de vuelta hacia la zona de la casa durante aproximadamente 4 kilómetros acompañados por el sol. Por lo menos corría el aire típico del mar.
 
Vistos unos cuantos rascacielos, hoteles de lujo y piscinas, llegamos a la Avenida G. G de Gracias al dios que sea porque por fin había sombras, aunque para entonces ya estábamos agotados. Incluso se nos doblaban las piernas. Cogimos esa misma avenida desde su inicio hasta su final, de vuelta en la universidad. Volvimos a rodearla y paramos a comer en un pequeño restaurante, igual que el precio e igual que la propia comida.
 
La última visita fue el ya mencionado callejón de Hamel. Si tuviera que definirlo de forma concisa, diría que es una comuna hippie de afrocubanos. Todas las paredes están pintadas con colores llamativos y en la misma calle hay sofás para sentarse. Allí estuvimos charlando con dos personas, porque una de ellas había vivido bastantes años en Madrid. En la misma puerta de la casa Miguel estuvo hablando un rato con un chico con rastas sobre música. Prometió llamarle más tarde en caso de que saliese a tomar algo, pero no fue así, por lo que pidió usar el teléfono de la casa para avisar.
 
Ahora hemos hecho de nuevo las mochilas y nos iremos a dormir. Mañana por la mañana daremos señales de vida, porque llevamos una semana sin comunicarnos y la gente estará algo preocupada.






 

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