domingo, 16 de febrero de 2014

Escribiendo esto.

Hola, mi nombre es Dani y aún no sé por qué estoy escribiendo esto. Creo que es lo que se suele hacer en estos casos, o al menos lo que hacen los famosos como Kurt Cobain o Elliot Smith. Me gusta Kurt Cobain, su forma de ver la vida me recuerda en cierto modo a la mía. Recuerdo que una vez dijo algo como “si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma mucha gente lloraría conmigo cada vez que río”, y eso es exactamente lo que pienso de mi sonrisa si es que alguna vez he sonreído. Sé que no está bien lo que hay en mi cabeza, pero sé que es lo que debo hacer. No sé si me entiendes, es como cuando ves a una persona robar a otra. No sabes si el ladrón de verdad lo necesita, pero lo denuncias.
Lo cierto es que estoy escribiendo esto por una promesa que me hice hace un tiempo. El día que terminase “Gracias por el fuego” de Benedetti escribiría esto. Me gusta Mario Benedetti, creo que es mi escritor favorito. Recuerdo cuando leí el final del cuento FIN DE SEMANA y me pasé el resto de la tarde mirando por la ventana. Mirando, pero no observando. El caso es que estoy en la última página del libro y quería escribir esto antes de acabarlo.

Mi madre siempre me dijo que era un chico muy precavido y quizá tenga razón. Recuerdo una vez cuando era muy pequeño y dormía con peluches. Todos tenemos un peluche favorito y el mío se llama Jose. Sí, digo se llama porque aún duermo con él. El caso es que nos fuimos al pueblo en vacaciones de verano, como todos los veranos. No le reprocho a mi madre la rutina de mis vacaciones ni mucho menos, a mí me gustaba ir al pueblo. Aquel verano, en el autobús que nos dejaría en la ciudad más próxima al pueblo mi madre comenzó a ponerse de un tono que me recordó al del camión que mi padre conducía todos los días de la semana. Yo, junto a mi inocencia, le pregunté qué le pasaba. A lo que me respondió que se le había olvidado de meter a Jose en la maleta. Acto seguido me abrazó, pero no era un abrazo ni de alegría ni de tristeza. Creo que era más bien para que no empezase a patalear. Yo le enseñé el secreto por el que no me había quitado la chaqueta a pesar del calor que hacía en aquel autobús sin ventilador, Jose estaba conmigo.

Si quieres saber por qué iba solo con mi madre, cosa que dudo, te diré que mi padre a pesar de tener coche no vino. Lo cierto es que nunca venía al pueblo, y más cierto aún es que yo no quería que fuera. Quizá sea un comportamiento egoísta, pero a día de hoy aquel pensamiento tan infantil no me lo parece tanto. Ahora apenas veo a  mi padre y apenas tengo recuerdos de él cuando yo era pequeño.

Aunque he de decir que mi infancia no fue mala. Fue todo lo contrario gracias a mi hermano. No sé si aquello del complejo de Edipo que estudiamos en historia de la filosofía se puede aplicar a tus hermanos, pero si se puede creo que yo lo tendría. No es ese amor que puede sentir una persona hacia otra, algo puramente físico. Yo no creo que el amor sea así. Lo veo más bien como cuando un perro sigue a su dueño hasta el cementerio.

Ahora no veo a mi padre porque ya no vive con nosotros. Vive con otra mujer de la que dice ser mi madrastra. Yo no la veo como tal ni mucho menos. La repudio, y creo que es recíproco. La verdad que no me extrañaría, si yo fuese cualquier otra persona sería amigo de cualquiera menos de mí mismo. No sé si mi padre la quiere o no. Yo creo que no realmente. O sí. En realidad no sé cómo ama mi padre. A mi madre no se lo mostró de una forma normal. O al menos no de la forma que suelen echar en la televisión ni de la forma que veo a la gente en la calle.

Uno de los pocos recuerdos que tengo de él es de un día como cualquier otro. Supongo que era fin de semana porque él estaba en casa. Mi hermano y yo estábamos comiendo. No recuerdo el qué, pero estábamos en la cocina. Nuestros padres estaban en el salón, o en la habitación, no lo sé. Pero sé que entraron a voces a la cocina y mi padre empujó a la que era su mujer contra los fogones. Era una de esas cocinas de gas con ruedas y una puerta blanca para esconder la bombona. Tras el empujón todos se callaron. Yo me suelo poner muy nervioso al hablar con la gente, y más aún al callar. Mi hermano y yo seguimos comiendo como siempre.

Lo siguiente que recuerdo fue cuando mi padre abandonó aquella casa definitivamente. Me dijeron que iba a trabajar con el camión y yo dije que quería ir con él. Pero no pude porque iba a ser un viaje muy peligroso. Y vaya si lo fue, creo que ese viaje nos ha cambiado a todos definitivamente.

Respecto al empujón no sé si se repitió más veces, mi madre nunca me lo ha querido revelar. A mí me gusta pensar que no, pero la duda siempre ha taladrado mi cabeza. Quizá te hayas percatado de que la palabra duda y todas las que tienen relación con ella llenan mis frases. Creo que eso tiene una  explicación, los cimientos de mi vida siempre han sido la duda.

No sé quién serás el que estés leyendo esto, ni siquiera si alguien lo leerá. Pero por si acaso, perdón por haberte aburrido tanto sin ninguna recompensa. Porque supongo que querrás una recompensa, todo el mundo actúa por intereses.

No tengo nada más que decir, así que firmaré esto y leeré la última página. Un placer haber sido tu amigo durante estas líneas.

                                                              Dani.

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