Sísifo, personaje de la mitología griega,
quiso vivir eternamente. Los dioses le
concedieron su deseo pero a cambio
tendría que subir una roca gigante
hasta la cima de una montaña
por el resto de la eternidad.
I
Pediste
la vida eterna
Aun
sin saber el precio a pagar por ella.
Me
das lástima, maldito hasta el fin de la Tierra
Pero
por otro lado, afortunado anacoreta,
Me
inspiras compasión con pasión completa
Por
con sólida y soldada firmeza
Ser
capaz de ser feliz sabiendo que nunca llegarás a tu meta.
¡Dichosa
tu estancia anacoreta!
II
Me
pregunto, desde mi ignorancia en estas tretas,
Qué
pensarás al ver la cima de la montaña tan cerca
Mientras
contemplas la historia de las civilizaciones muertas.
¿Meditarás
acerca de la fragilidad de la Tierra
Que
pende tan peligrosamente de una fina cuerda?
¿O
te mostrarás más receptivo para con esa piedra
Que
subes cada mañana a la montaña con fuerza
Por
ver en ella la materialización de todas tus penas?
¡Dichosa
tu escalada anacoreta!
III
Cada
noche antes de irte a dormitar con la luna llena,
¿Rezarás
a los dioses o actuarás como los poetas?
Que
sin tener amos se creen libres por juntar letras.
Pobres
ilusos, viven en jaulas de distintas facetas,
Algunos
en la del fausto amor, otras entre pasadas fechas,
Otros
en la marchita religión y algunas entre malditas banderas.
Repito
lo dicho, pobres ilusos, no saben que su libertas
Está
condicionada por su propia historieta.
¡Dichosa
tu libertad anacoreta!
IV
En
realidad no es baladí tu hazaña mañanera
Que
aunque algunos intentan decorar entre sedas de Extranjeras,
Al
verte caminos de locura los árboles encierran.
No
te permites la osadía de faltar ni tan solo un día a tu indomable tarea
Esa
que convierte tu deseo en la peor de las suertes abiertas.
Me
atrevería a decirte, desgraciado afortunado casi a tientas,
Que
tú llevas la cruz y legas tu trabajo en tu buena petra.
Supiste
pagar el precio por el que te fue, de forma inesperada, impuesta
La
carga que subes allá a lo alto entre todos aquellos cometas
Como
si tu vida dependiese, que paradójicamente lo hace, de ésta.
¡Dichosa
tu desdicha anacoreta!
V
Una
eternidad, una vida, una radiante vida, una eternidad eterna.
Eso
has querido y eso has odiado, algo que se contradice como si de una resta
Se
tratase. Tu defecto no fue querer entrar por todas las puertas
Ni
pretender atrapar con un simple y pequeño abanico la densa niebla.
Tu
mayor defecto fue el no tener ninguno. Desear la simpleza
Como
el cazador que desea una grande, tierna y jugosa presa
Quisiste
lo odiable, amaste lo rechazado, mojaste la leña
Y
te diste cuenta demasiado tarde de que así no arde la chimenea.
Te
respeto porque te comprendo, en la inmensidad de tus heridas de flecha,
De
tus innumerables, tediosos e insoportables problemas,
De
tus malhechas, rasgadas, incurables y rojas brechas.
De
la enorme carga que te supone levantar tú solo tus solitarias ideas.
¡Dichosa
tu vida anacoreta!
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